Tenía que salir de la ciudad. Pero cuando estoy saliendo en
mi vehículo, veo que a unos 200 metros están asaltando a un vehículo que va
adelante mío. Freno y la escena es dantesca. Hordas de vándalos aparecen, con
garrotes y armas en las manos. Y comienzan a robarle todo, vehículo, pertenencias,
arrancan con violencia a las personas de sus butacas y las arrojan a la calle. Mientras
veo esa escena, estoy preocupado por el futuro de mi hija. De repente aparece
lo que parece ser la policía, y empiezan los disparos. Balacera va, balacera
viene, pego la vuelta y me dirijo en dirección opuesta, mirando a los costados que
no aparezcan las hordas hambrientas de autos y celulares, o al menos eso pienso
en ese momento, y de repente, en frente, aparecen los militares, que están
yendo, aparentemente, a socorrer a la balacera que estoy dejando atrás. Me
frenan con armas. Paro. Levanto las manos demostrando que no soy un choro. El
primer militar se acerca y asustado, totalmente cagado en las patas, temiendo
por su vida, me dispara al pecho.
Estoy muerto, pienso. Pero si estuviera muerto no estaría
pensando. Estoy vivo! No me hizo nada el escopetazo a quemarropa!? Debo estar
usando un chaleco de balas. Tirado sobre el asiento no se qué hacer, si moverme
y demostrar que estoy vivo o quedarme así. Temo por mi vida, los militares, ya conscientes
de su error, se debaten si liquidarme con un tiro de gracia o no…
Y ahí salto a otra
cosa. Estoy en una especie de Resort turístico y la gente esta lo más pancha ahí
tomando sus cocteles. Me refugio allí. Les digo que “allá afuera esta el agite”,
que hay inseguridad. Se me ríen, casi burlonamente. Me refugio, me escondo en
las habitaciones que quedan vacías. Tengo miedo. Miedo de que me maten, miedo
de que maten a mi familia. Me pregunto qué será de todo esto. Dónde estoy?
Parece Brasil, por el nivel de violencia, pero es Argentina. O es todo la misma
cosa? Finalmente encuentro a mi familia, mi hija está comiendo algo en un bar junto
a su madre, las miro, sonrío y me tranquilizo un poco. Pero pienso, sigo
pensando, sigo consciente, que “allá afuera está el agite” y que no es un
futuro muy alentador para ella.
Y me despierto.
Son las 3.20 a.m. y no es la primera vez que tengo un sueño
del estilo. La otra vez las hordas vandálicas bajaban de los cerros, esta vez
atacaban a vehículos en la ruta. Pero las dos veces no eran hurtos a mano
armada, eran verdaderas muchedumbres de cyber-marginados-salvajes y armados. Y
no les importaba nada.
Normalmente se dice que uno sueña de cosas que ve durante el
día. O de cosas que te dice el inconciente. El día de ayer lo pasé en el río.
Imposible que sea una referencia a algo que vi durante el día. Pero si, quizás,
tenga algo que ver con el inconsciente. Algo que el río, la región, el planeta
en sus meandros de sueño, me comunica de manera tangencial, anticipándome algo que
Él ya está viendo. Algo que YA puede pasar.
Y me quedo media hora, totalmente desvelado en cama pensando
qué hacer ante esta “realidad”. Miro las ventanas de mi casa si están bien
cerradas. Afuera truena como para empezar a llover. Ya no tengo miedo, pero si
temor. Y escribo esta crónica, esperando que, milagrosamente, de alguna manera
tangencial, logre que esto que hoy viví no ocurra nunca jamás.