lunes, 10 de febrero de 2014

Las Hordas



Tenía que salir de la ciudad. Pero cuando estoy saliendo en mi vehículo, veo que a unos 200 metros están asaltando a un vehículo que va adelante mío. Freno y la escena es dantesca. Hordas de vándalos aparecen, con garrotes y armas en las manos. Y comienzan a robarle todo, vehículo, pertenencias, arrancan con violencia a las personas de sus butacas y las arrojan a la calle. Mientras veo esa escena, estoy preocupado por el futuro de mi hija. De repente aparece lo que parece ser la policía, y empiezan los disparos. Balacera va, balacera viene, pego la vuelta y me dirijo en dirección opuesta, mirando a los costados que no aparezcan las hordas hambrientas de autos y celulares, o al menos eso pienso en ese momento, y de repente, en frente, aparecen los militares, que están yendo, aparentemente, a socorrer a la balacera que estoy dejando atrás. Me frenan con armas. Paro. Levanto las manos demostrando que no soy un choro. El primer militar se acerca y asustado, totalmente cagado en las patas, temiendo por su vida, me dispara al pecho.

Estoy muerto, pienso. Pero si estuviera muerto no estaría pensando. Estoy vivo! No me hizo nada el escopetazo a quemarropa!? Debo estar usando un chaleco de balas. Tirado sobre el asiento no se qué hacer, si moverme y demostrar que estoy vivo o quedarme así. Temo por mi vida, los militares, ya conscientes de su error, se debaten si liquidarme con un tiro de gracia o no…

 Y ahí salto a otra cosa. Estoy en una especie de Resort turístico y la gente esta lo más pancha ahí tomando sus cocteles. Me refugio allí. Les digo que “allá afuera esta el agite”, que hay inseguridad. Se me ríen, casi burlonamente. Me refugio, me escondo en las habitaciones que quedan vacías. Tengo miedo. Miedo de que me maten, miedo de que maten a mi familia. Me pregunto qué será de todo esto. Dónde estoy? Parece Brasil, por el nivel de violencia, pero es Argentina. O es todo la misma cosa? Finalmente encuentro a mi familia, mi hija está comiendo algo en un bar junto a su madre, las miro, sonrío y me tranquilizo un poco. Pero pienso, sigo pensando, sigo consciente, que “allá afuera está el agite” y que no es un futuro muy alentador para ella.

Y me despierto.

Son las 3.20 a.m. y no es la primera vez que tengo un sueño del estilo. La otra vez las hordas vandálicas bajaban de los cerros, esta vez atacaban a vehículos en la ruta. Pero las dos veces no eran hurtos a mano armada, eran verdaderas muchedumbres de cyber-marginados-salvajes y armados. Y no les importaba nada.

Normalmente se dice que uno sueña de cosas que ve durante el día. O de cosas que te dice el inconciente. El día de ayer lo pasé en el río. Imposible que sea una referencia a algo que vi durante el día. Pero si, quizás, tenga algo que ver con el inconsciente. Algo que el río, la región, el planeta en sus meandros de sueño, me comunica de manera tangencial, anticipándome algo que Él ya está viendo. Algo que YA puede pasar.


Y me quedo media hora, totalmente desvelado en cama pensando qué hacer ante esta “realidad”. Miro las ventanas de mi casa si están bien cerradas. Afuera truena como para empezar a llover. Ya no tengo miedo, pero si temor. Y escribo esta crónica, esperando que, milagrosamente, de alguna manera tangencial, logre que esto que hoy viví no ocurra nunca jamás.