Cuando la manzana esta roja, cuando la pera esta blanda en la puntita, cuando la flor se olvida del pimpollo, cuando la mariposa ya no es oruga, cuando el tigre caza su primer ciervito...
Todo en la naturaleza tiene un punto de maduración. Pero cómo saber si
hemos madurado como personas. ¿Qué parámetro tomamos? ¿Qué tenemos que observar?
Será uando nos independizamos económicamente y afectivamente de nuestros padres…?
o a los 28 años cuando las células empiezan a envejecer…?
A principios de siglo se solía decir que madurabas cuando te ponías los pantalones largos…?!
Ciertas culturas aborígenes realizaban pruebas de madurez y sometían a los jóvenes a ritos iniciáticos. Cuando vamos solos a nuestro primer recital entonces?
Einstein decía que una persona madura cuando deja de engañarse a sí mismo…
Y hay miles de opiniones pero yo tengo la mía. Y tiene que ver con el Amor. Con la capacidad de
dar Amor…Cuando nacemos, la primera forma de relacionarnos con el Amor es como receptores. Así descubrimos el Amor. Y luego crecemos, y por un tiempo nos mantenemos así, el Amor es algo que los demás te dan y vos recibís, pasiva y agradecidamente.
Pero llega un momento en que todo cambia, una chica en la escuela, un amigo que se va a vivir a otro lado, un cometa en el cielo, un suspiro inesperado, y
zaz! Te das cuenta que podés
DAR Amor. Y ahí empieza otro camino.
Yo te doy, pero vos también dame. Y celos. Y alegría. Y que me dijiste pero te dije. Te perdono mi amor. No me abandones. Y compartir. Y llorar juntos. Y reir juntos. Pero te prometo que no lo voy a hacer de nuevo. Te extraño. Te quiero tener a mi lado para siempre. Sin vos no puedo vivir. No puedo vivir! Toma pero volvé. Doy pero dame.
San Valentín y el puñal en la mano.La verdadera madurez, la madurez más sublime, el máximo desafío que un ser humano puede aspirar, creo, consiste en la capacidad de dar Amor, de amar incondicionalmente, de amar más allá del tiempo y el espacio, más allá de las diferencias. Que importa si no me aman, si lo que importa es sentir el Amor.
Salir de la pasividad y amar más allá de todo lo que nos puedan haber lastimado. Perdonar, dejar pasar y amar igual. Amar a todos, blancos y negros, y grises y colorines. El cielo infinito, la tierra húmeda, la madre y el padre.
Amar sin mirar. Levantarse cada mañana y amarse, amar el gato, el cactus, la vieja que baldea la vereda a las 6 de la mañana, el taxista que escupe el peine y tapa su calvicie, y amar hasta a esos líderes que no hacen las cosas tan bien. Seguramente nadie los amó, sino no harían lo que hacen e hicieron.
Hoy el mundo se está quedando sin emisores de Amor. Lentamente se van apagando nuestras
televisiones internas, lentamente dejamos de regalar alegría, dejamos de sentir Amor. Si nadie da, nadie recibe. Entonces nadie siente Amor.
Mis amigos, no todo está perdido. ¡Maduremos! La solución la tenemos en el cajoncito de la mesita de luz. Tomemos la perinola de nuestras vidas. Levantémonos todos los días y hagámosle trampa al destino. Que nuestra perinola personal gire y siempre caiga en “pon 1”.
Imagina un mundo sin posesiones, sin religiones, sin países, dijo un amigo. Imagina un mundo donde solo haya
emisores de Amor. Esa sería una humanidad verdaderamente madura. Y hermosa. Imagina una humanidad donde “todos ponen”…
Y después si. Después gocemos, pasemos a ese jueguito tan lindo, a ese San Valentin perpetuo. Después si, elijamos una personita, una entre tantas que se cruzan en nuestras vidas, una sola a la que hagamos especial,
una que la Vida te regale, que el Universo cuelgue en tus brazos cansados de tanto andar, y la puedas abrazar como un osito en cada noche de frio, y la escuches en cada lamento, la acompañes en cada aventura, la motives en cada sueño, le cocines en cada amanecer, la beses en cada colectivo, la desvistas en cada rincón y la ames en todas las alcobas…
Después, si.
Después, solo después, pongámonos a
domesticar nuestra rosa.
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